martes, 11 de enero de 2011

MAS BALAS PARA LA BESTIA


Comencemos el año 2011 con una película española. Y lo expreso en estos términos, por cuanto ignoro absolutamente el significado de ese ente abstracto denominado cine español. Sinceramente, no se que es, de que se compone o cuando lo estoy viendo. Realmente, en más de una ocasión me he preguntado si existe, pese a las profusas alusiones que recibe. ¿Es “Balada triste de trompeta” cine español? Como la dirige el presidente de la academia de cine, y el argumento repasa aspectos de nuestra reciente historia podría decirse rápidamente que si, aunque sinceramente, la cuestión no está clara.
Si prestamos atención a las propias declaraciones del director, estamos ante su film más personal, eso si, repleto de asumidas influencias de hondo calado: Las pinturas negras de Goya, Quevedo, Federico Fellini, Kusturica, Marco Ferreri, El Guernica de Picasso, el esperpento de Valle-Inclan, la bella y la bestia, el fantasma de la ópera, Luis Buñuel…
Y es que en esta ocasión, De la Iglesia no solo busca entretener, sino que a la vez parece dispuesto a entregarse y dar lo mejor de si mismo lanzando mensajes varios en torno a nuestro particular infierno colectivo, invocando la guerra civil y sus secuelas, y todo un muestrario de  las monstruosidades que la contienda y posterior represión dejaron a su paso, convirtiendo a este pais y sus habitantes en grotescas máscaras, en caricaturas desquiciadas. Un pais, se nos dice, al que le roban su infancia y que incapaz de madurar cae preso de una feroz histeria tragicómica.
No obstante, la idea, muy válida sobre el papel, tropieza en su plasmación fílmica con dos escollos importantes, de fondo y de forma.

En cuanto al fondo, sabíamos que el cineasta vasco no se caracteriza precisamente por su sutileza, pero aquí la brocha engorda por momentos. Por si queda algún despistado, la trama central gira en torno a las sempiternas dos españas (encarnadas en dos payasos) enfrentadas, como no, por el amor a España. Uno, ya supondrán cual, la maltrata, viola y golpea sin compasión, aunque afirma presa de los celos y la posesión que “es su dueño y su amor es el verdadero”. El otro, es una víctima de la guerra torpe y sentimental (como afirmaba ser Lorca) y le demuestra su amor primero de forma tierna hasta que su azarosa existencia y el recuerdo del pasado del padre represaliado le llevan a pedir venganza. En cuanto a España, encarnada por una trapecista, resulta ser una aparente marioneta que quiere y necesita a ambos a la vez que los odia, y posee sombrios tintes masoquistas inconsciente del peligro que provoca cada vez que se inclina por uno de ellos. Y es que ya lo dijo Machado ”una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.
Pero los verdaderos problemas de esta película no son solo de fondo. El cine es ficción y este director es un enamorado de las formas abigarradas, excesivas y sin freno. Dos curiosidades al respecto: La persona que me acompañaba dijo al salir de la sala de forma tan natural como pertinente “no veía tantos disparos desde Amor a quemarropa”. A lo que hay que añadir que la película entusiasma al mismísimo Tarantino, guionista de la anterior.
Y es que De la Iglesia, aun reconociendo ciertos fogonazos de fuerza visual, se regodea haciendo bizarros ejercicios malabares dignos de mejor causa y continuos alardes de desmesura. Cineasta que siempre dispara por elevación, convierte su obra en una auténtica montaña rusa plagada de influencias, si, pero no precisamente las que él cita. A mi me salen otras, y surgen preguntas como por ejemplo ¿Cuantas veces ha visto nuestro hombre El caballero Oscuro? ¿hasta que punto y cuantas veces se habrá sentido fascinado por el Jocker de Batman, no solo en las versiones de Tim Burton, sino lo que es peor, en las de Joel Schumacher? ¿el desconcierto de la batalla del prólogo, no se parece demasiado a los sucedaneos surgidos tras Salvar al soldado Ryan, como por ejemplo Windtalkers, de Jhon Woo? ¿No se parece el enfrentamiento y la planificación a muerte de los dos payasos al de “cara a cara” del mismo director? ¿no estamos cerca de un gangs of spain? ¿Cuántas veces por semana se pone en casa el dvd de “malditos bastardos” de Tarantino?.
Esta última cuestión tiene su enjundia. De la Iglesia demuestra a cada película ser un enamorado del cine y las referencias al mismo. Los alabados títulos de crédito son una muestra de ello. El problema surge cuando tus referencias, por ejemplo Tarantino, no se nutren de la vida, sino del cine, la tv y los videoclubs. Pretender dar entonces lecciones de historia se convierte en una bomba de relojería, donde junto a aciertos parciales, se cometen errores de bulto y de discutible gracia, como ese en el que el payaso triste, tras presenciar el atentado de Carrero Blanco, pregunta a los etarras “de que circo son”.
Se ha hablado mucho de que esta película supone un autentico salto al vacio y sin red. En absoluto. Por mucho que se desee aparentar que el director va montado en el mismo salvaje tiovivo que los personajes, todo está bastante más controlado de lo que aparenta. Hasta tenemos que soportar la enésima cacería del caudillo. Y es que la película es como el chiste que se cuenta en el bar. Este coctel tiene muchos padres putativos, pero como dice el protagonista ¿Dónde está la madre, lease el alma, de esta cinta?   

1 comentario:

  1. Me ha encantado tu crítica. El caso es que yo, que estoy de acuerdo con todo lo que dices, si que me enganché a la forma. Los primeros minutos estaba desconcertado y no sabía cómo reaccionar. Al final, me dejé llevar por esa locura y por ese exceso y lo disfruté como un enano. Es la película mas osada que he visto en tiempo. De la Iglesia no se corta y se lanza al vacío. Acabé lanzándome también, como lo hace el personaje de la trapecista desde lo alto de la cruz del Valle de los Caídos. Vorágine total.

    Nos leemos...

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